Matrimonio igualitario, profunda alegría
Hacía tiempo que este sentimiento no se manifestaba cuando se pensaba en Argentina. La aprobación de la ley de matrimonio igualitario entró en el corazón de la mayoría. La novena nación en el mundo y la primera en Latinoamérica que permitirá a dos personas de igual sexo casarse con los mismos derechos que los heterosexuales. Nuestra débil democracia comienza a crecer y no es poca cosa.
por Alejandro Costanzo
El debate que se dio por la aplicación de esta norma, dividió claramente las aguas y puso en evidencia a los del “SI”, los del “NO” y los del “NI”. Estos últimos obviamente quisieron quedar bien con todos. Algunos se llamaron a silencio. Pero no era difícil deducir -por ejemplo- que Mauricio Macri hubiese querido gritar un “NO” contundente.
Hubo otros del “NI” como los Senadores Carlos Menem, Alfredo Rodríguez Saá, Carlos Reutemann y Juan Carlos Romero, que huyeron del Congreso para no tener que emitir su voto. Lamentable.
Elisa Carrió se abstuvo de votar en Diputados argumentando que “la palabra matrimonio no debe estar en el código civil porque nos guste o no está en la religión”. “Hubiera podido votar a favor y quedar bien con la iglesia o votar en contra y quedar bien con la comunidad (gay). Yo no quiero quedar bien con nadie”. ¿No es exajerado e irracional decir que la palabra “matrimono” le pertenece a la Iglesia? El lenguaje es la cualidad del Ser Humano y la interacción entre los individuos es la que construye el sentido de las palabras. Por ello nunca puede considerarse estático el significado de algo y mucho menos que le pertenezca a una institución.
Los del “NO” hablaron en todos los medios. Escupieron veneno y odio. Mientras pedían “un papá y una mamá” para los chicos, decían que después de esto se permitirá el casamiento con animales y quien sabe cuantas otras barbaridades. Se esforazaban por relacionar la perversión con la homosexualidad. Varíos no veían la urgencia de votar esto. Otros agrumentaban que esta ley “no es un derecho humano sino una pretención legislativa”.
La senadora, Hilda “Chiche” Dhualde dijo en su discurso que como Argentina tiene muchos chicos para adoptar, los matrimonios gays “van a venir a llevarse a nuestros chicos”.
Mirta Legrand en su programa de Tv le hizo una pregunta al modisto, Roberto Piazza: “¿...la pareja de homosexuales que adoptan un varón, como tienen inclinaciones homosexuales no podría producirse una violación?” Así se notó la visión de varios que piensan como ella e ignoran que la mayor cantidad de violaciones provienen de matrimonios heterosexuales.
Pero la Iglesia fue la principal promotora del “NO”. Monseñor Aguer dijo ante sus fieles: “...Nosotros somos el futuro. La esperanza que está en ustedes es la que tiene que reconnstruir la sociedad que estos quieren destruir... ¿Habrá que enseñar a los chicos todo lo contrario a la verdad?.... ¿Habrá que decirle que ha cambiado el matrimonio y que ha cambiado la familia? Esto no lo podemos permitir”. Por su parte Monseñor Villalva manifestó que esta es “una ley que pretende orientar la cultura del pueblo”. Y la máxima autoridad eclesiástica de Argentina, el Cardenal Jorge Bergoglio, llamó a una “guerra de Dios”.
Mientras el tiempo para la Iglesia gira hacia atrás a pasos agigantados, como si quisiera volver a su imperio de la Edad Media, la sociedad avanza y vive, siente y sueña, se relaciona y ama, piensa y crea.
Los argumentos más retrógrados e irracionales que se opusieron a la ley fueron los que le dieron más fuerza a su aprobación. Era imposible estar de acuerdo con esos pensamientos tan cesgados y discriminatorios. En todos ellos el odio y la ignorancia eran recurrentes.
Instantes despúes de haber sido aprobada la ley del matrimonio igualitario, un periodista le pregunto qué sentía a otro reconocido colega homosexual, Osvaldo Bazán, y éste respondió muy emocionado: -“que no soy más de segunda”.
4 comentarios
Graciela Susana López -
DANIEL -
Amanda -
lorna -
Muy buena nota