Candela nunca importó
Fueron los diez días más largos. Los medios ocuparon sus principales espacios con la desaparición de Candela Sol Rodríguez. La televisión destinó el equivalente a tres días y medio de transmisión ininterrumpida. Cuando se conoció la muerte de la niña de once años varios canales salieron en una virtual cadena nacional que mostró a su madre mientras reconocía el cadáver. Después, todas las miradas se posaron con bronca sobre el rol de los medios y la prensa argentina.
por Alejandro Costanzo
Como aves de rapiña acostumbrados a comer de la desgracia ajena; dispuestos a transformar una tragedia en un negocio de información; maestros de la manipulación y la mentira para lograr un show y un shock mediático; incapaces de guardar un dato que proteja la vida humana. El trágico final de la menor hizo suponer que la fuerte exposición mediática precipitó su muerte.
La organización Missing Children contabiliza 187 chicos que están siendo buscados hoy en Argentina. ¿Por qué el caso de Candela tuvo tanta trascendencia? Su mamá transformó la angustia y la desesperación en pelea con su cuerpo, con su voz y con la ayuda de sus vecinos que se sumaban minuto a minuto. En términos mediáticos esta situación es tomada como el condimento necesario que inicia la avalancha informativa. Basta con recordar el caso Bloomberg.
Los móviles de televisión se atornillaron en la puerta de la casa de Candela y hubo prensa para todos los gustos. Algunos transmitían sólo cuando surgía algo nuevo para decir. Varios aplicaron el periodismo de búsqueda e inquisición: revolvían el vecindario y señalaban posibles secuestradores de la niña. El reality tampoco faltó: un cronista de TV se peleó en vivo con un vecino que lo había oído decir barbaridades de él -unos minutos antes- por la tele de su casa. Otros pocos, aunque con fuerte influencia multimediática en la opinión pública trataron de politizar el caso.
Esta fuerte exposición mediática instaló la búsqueda de la niña como una causa nacional y forzó de modo indirecto una reunión estéril entre la mamá de Candela y la presidente. De otro modo la prensa que hace oposición al gobierno hubiese tenido una excusa más para manipular el caso a su favor.
A toda esta situación se sumó el “48 horas por Candela”. Convocado con la mejor intención por el titular de Red Solidaria, Juan Car, quien reunió a un grupo de famosos en líneas telefónicas para tratar de obtener algún dato que permitiera encontrar a la nena. Esto también fue explotado por los medios de manera obsesiva con presencia permanente en las pantallas, sobre todo de aquellos que persistían en forzar una la doble intención económica y política.
Después de que se conociera el trágico desenlace, el actor Pablo Echarri manifestó haber sentido bronca y un poco de culpa por su participación del “48 horas por Candela”. Aunque cuando se supo que Candela había muerto antes de esta acción Echarri dijo: “dentro del dolor que tenía, me sentí un tanto aliviado”. Él cree que la sobre exposición del tema en los medios “definitivamente” no ayudó demasiado.
Juan Car de Red Solidaria, enfatizó que “no es común que en Argentina un chico se pierda y menos común que lo secuestren porque ahora hay un pánico que a algunos le interesa mover” en obvia referencia a la desmesura informativa y a la manipulación generada por algunos medios. Según Missing Children los chicos sustraídos por personas ajenas a la familia representan sólo un 9,8%. De un promedio de 500 niños que se pierden en todo el país por año, el 91% son encontrados.
Por otro lado, el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti aseguró: “tenemos que discutir entre todos y hacer un protocolo (periodístico) porque no puede haber tanta información que después frustre el resultado de una investigación”. Y agregó: “una cosa es informar y otra son los límites. No se trata de negarla sino de resguardar los buenos resultados”.
En nombre de la “libertad de expresión” los multimedios esconden sus verdaderas intenciones. Han estructurado un sistema que les permite controlar y moldear la información a su antojo. No les interesa qué sucede, sino qué pueden hacer con eso: cómo explotarlo económicamente o a quién presionar en lo político.
Muchos periodistas con buenas intenciones estarían de acuerdo en plantear un protocolo que los autorregule, que ponga pautas claras en el modo de llevar adelante su profesión. Un código de ética que de ningún modo afectaría la libertad de expresión. El problema son los dueños de las corporaciones mediáticas que presionan, amenazan y coartan libertades para que eso no suceda, como lo hicieron con la Ley de Medios. A ellos no les interesan el periodismo, la ética ni su país. A ellos la vida de Candela nunca les importó.
6 comentarios
Graciela -
marcelo eguiguren -
Y hasta aparece, por ejemplo, alguien que opina que "el único monopolio justificado de los medios de comunicación es el del estado" Para qué, si quienes se adueñaron del Estado son a la vez, los únicos dueños de la verdad y actúan en consecuencia? Todo lo demás es mentira, no es cierto?
MARCELO ANIBAL -
Alfredo -
Mónica -
Graciela -